El día que D10s se volvió humano

El 10 de noviembre de 2001 fue un día triste y único en el fútbol argentino: Diego Armando Maradona jugó por última vez en lo que fue su histórico partido despedida.

Por Martín Rodriguez Pinto

Nov 10, 2024

Era un sábado atípico para Argentina, el torneo Apertura 2001 estaba disputando su 13° fecha, pero a pocos hinchas les importaba los partidos. Todos estaban expectantes de lo que iba a ocurrir en Brandsen 805, donde Diego Armando Maradona sería protagonista de su partido despedida.

Las puertas de La Bombonera se abrieron al mediodía, pero desde muy temprano las calles de La Boca desprendían un ambiente difícil de explicar. Todos los simpatizantes del Pelusa celebraban la previa como una fiesta en la cual nadie quería quedarse afuera, pero, al mismo tiempo, había una nostalgia tan pesada como extensa. Niños que se volvieron adultos preparados para ver cómo su héroe de la infancia se ponía los botines por última vez, como lo hizo en su momento para regalar noches mágicas para todo el mundo futbolero.

Los colores eran más vivos que nunca, no parecía una despedida a Maradona sino una fiesta a su grandeza deportiva, que logró distraer a todas las personas presentes de momentos duros y llevarlos volando a lugares inimaginables como si de un barrilete cósmico se tratase.

El momento llegó y todos empezaron a entrar, la cancha de Boca estaba repleta, parecía que se iba a jugar un partido muy importante para el conjunto de Carlos Bianchi. Grandes figuras del equipo campeón de América estarían presentes, jugadores como Walter Samuel, Óscar Córdoba, Jorge Bermúdez o Juan Román Riquelme conformaban parte de alguno de los dos equipos que se presentarían esa tarde. Pero, como se recalcó, no era momento de división, puesto que Diego era de todos, y estaban presentes jugadores de distintos clubes como Germán Burgos, Juan Pablo Sorín o Pablo Aimar, todos con historia en River. Además, había jugadores de talla mundial sin vinculación con algún club argentino, como Hristo Stoichkov, Eric Cantona, Lothar Matthaeus o Davor Suker. También se encontraba Pelé en un palco y fue recibido con una sorpresiva cantidad de silbidos, claramente la noche era del 10 de Argentina.

Cuando se presentó la hora marcada, la cancha latía, coreando, y exigiendo a Diego Armando Maradona, quien salió con la camiseta de la selección y con una pelota en la mano, la cual no iba a estar más cómoda en ningún otro lugar. Parecía una verdadera final del mundo, solo una leyenda de la talla de Maradona podría lograr algo así, gente llorando de alegría y muchos otros dejándose la garganta para corear el nombre de su máximo ídolo. Jorge Luis Borges no podría relatar este evento ni con un millón de palabras, Leonardo Da Vinci no podría retratar la belleza que desprendía la cancha ni con todos los pinceles y pinturas del mundo, Martin Scorsese no podría desarrollar una película que le haga honor a este suceso, así de impresionante era lo que se estaba generando en la calurosa tarde de noviembre. El partido fue una anécdota más. Maradona jugó un tiempo con la camiseta de la Selección Argentina y los 45 minutos restantes con la de Boca con el nombre de Riquelme en la espalda. 6-3 terminó el encuentro con dos goles de Diego.

Las lágrimas de los hinchas no eran las únicas que dijeron presentes ese día, D10S empezó a llorar también, para derribar las ultimas barreras de los más duros de ese día y conseguir que todos se emocionaran: «No se cómo pagarles por esta alegría. Yo traté de ser feliz jugando al fútbol y de hacerlos felices a todos ustedes y creo que lo logré. No hay cancha como ésta, un templo del fútbol. Le agradezco a Dios que haya creado a la Bombonera y que me haya hecho de Boca. El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo. De eso que no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno, no tiene que pagar el fútbol”.

Una vez terminado el pequeño discurso, la Bombonera se volvía a rendir ante los pies del pequeño hombre que nació para jugar fútbol. Existe la creencia de que se debe separar a la obra y al artista, éste es uno de esos casos, Maradona cometió muchos errores en su vida, pero no dentro de una cancha, no cuando tenía como fin ponerle una sonrisa en la cara de quien lo estaba viendo desde las tribunas o desde su casa. A pesar de todas las imperfecciones, dejó una obra enorme en el fútbol, por esa razón, lo más pertinente es despedir todo como el despidió su última presencia dentro de una cancha: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”.

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