El hombre que ya caminó 45.000 kilómetros vendiendo helados en Mar del Plata

Hugo Morales es el vendedor histórico de las playas de La Feliz y hasta los famosos lo paran para saludarlo. En 50 años nunca se metió al mar.

Por Leo Lucente

Mar 1, 2023

Mira lo que es este día, cielo celeste, el mar calmo, una brisa que no se anima a ser viento que trae alivio a este calor marplatense de fin de temporada, no hay tanta gente en esta zona entre el Faro de Punta Mogotes y la punta de Waikiki, donde las olas son grandes e ideales para el surf. No hay dudas, está para tomarse un heladito. “Hay palito bombón helado”, suena como música favorita en este instante, banda sonora del placer de los niños que le avisan a sus padres que llegó la hora de cumplir la promesa de que cuando pasara el heladero, el premio iba a ser suyo. Y ahí viene él, Hugo Emilio Morales, pelo blanco y bigote al tono, bronceado perpetuo y sonrisa, con su cofre de la felicidad colgado al hombro, cofre que apoya en la arena, lo abre e invita. “Tengo bombón, de agua, tacita o cono”, enumera y empieza la charla tranquila, voz ronca, segura, mirada afilada para detectar clientes golosos.

“Hace 50 años que soy vendedor ambulante en esta zona, empecé con mi hermano Luis cuando tenía 21 y la playa y las temporadas eran muy diferentes a lo que son hoy. Arrancamos vendiendo café en las carpas, porque antes los balnearios no tenían servicios como tienen ahora, y fuimos ganándonos el lugar con esfuerzo, con trabajo, con dedicación”, cuenta Hugo, casado con María Alejandrina y padre de dos hijas y un hijo, todos profesionales.

“Este trabajo y ella (por su esposa) me dieron todo, soy muy agradecido y estoy orgulloso de lo que conseguimos y de lo que soy, de que la gente que me conoce hace tanto tiempo se ponga contenta de verme, es muy gratificante”, y claro que lo es – pienso – cincuenta años en el mismo lugar hablan muy bien de esa persona, y encima este helado de crema cubierto con chocolate esta riquísimo, aunque se me está derritiendo un poco y tengo que hacer movimientos raros para no enchastrarme.

 

Amigos famosos

Lo llaman de acá y de allá, lo saluda el guardavidas, lo saluda Luciano Castro, lo saludan todos. “Nunca pensé que iba a pasar tanto tiempo caminando las playas la verdad, y en verano siempre siempre en esta misma zona, en estos mismos balnearios. Acá venían muchos artistas y siguen viniendo, y por eso he cosechado tantos amigos y tantos vínculos. Me invitan al teatro, son muy generosos los artistas. El primero fue hace muuuuchos años Tincho Zabala, y me acuerdo que fuimos con mi esposa muy contentos. Me ha invitado Jorge Guinzburg, Miguel Angel Solá, ahora Luciano (Castro), me gusta lo que hago y me gusta esta libertad y estar en contacto con la gente”, dice mientras saca dos conos y dos palitos de agua.

¿Cuánto caminas por día, Hugo?, le pregunto saboreando el helado y me dice que entre 15 y 20 kilómetros por día, entre la 1 y las 7 de la tarde, el horario pico para el noble postre. Hago una cuenta rápida: 15 kilómetros por día, más o menos 60 días por temporada, son 900 kilómetros. Por 50 años: 45.000 kilómetros de arena, así que busco la distancia entre Ushuaia y Alaska para tener una referencia y Google me cuenta que hay 40.000 kilómetros. “Ok, Hugo, ya podrías haber hecho este trayecto”, le digo y se ríe por debajo de su bigote generoso.

Un millón de productos vendidos

Y lo mismo me pregunto por cuánto vende, no por un tema de dinero sino porque siempre me gustaron estos cálculos un poco innecesarios y random. “Hoy se venden 100 helados por día de promedio, pero antes se vendía mucho más entre café, choclos, helados”. Otra vez la misma cuenta y el número que vuelve a impactar: un millón de productos vendidos en estos 50 años, bodas de oro con la venta ambulante, con la que consiguió prosperar luego de una infancia difícil en Coronel Pringles.

¿Y qué hará Hugo en invierno, cuando las playas están vacías y el frío recuerda que Mar del Plata vende verano pero es más una ciudad patagónica que una tropical? “Tengo un carrito de pochoclos, tengo distintas paradas en sectores del puerto, me dedico a esto”, cuenta y recuerda con alegría y orgullo que en los Mundiales sale con su pochoclomóvil a los festejos. “Tengo los tres títulos del mundo trabajados”, infla el pecho con razón, y recuerda que también en 1978 trabajó en el Mundialista en los partidos que se jugaron en Mar del Plata.

Sigue haciendo calor, cada vez más. Es hora de dejarlo ir, no retenerlo, tiene que seguir trabajando. Ya terminé el helado, estoy para meterme al mar, oásis fresquito para bajar la temperatura. “Es tu aliado el mar, no Hugo?”, le pregunto adivinando la respuesta, pero Hugo sabe dejarte frío: “Nunca en los 50 años me metí al mar, apenas me mojo los pies a veces”. Increíble. Me hace acordar a Baldomero Fernández Moreno y los 50 balcones y ninguna flor: 45.000 kilómetros y ninguna metida al mar.

Ahí se va, con el cofre al hombro, la voz firme gritado “Heladoooooos”, la mirada desesperanzada de los nenes que no comieron toda la comida y saben que hoy no habrá premio y los saludos de unos y de otros. Me metí al mar, me refresqué, me saqué el gusto dulce con el salado que te queda y cuando salí del agua ya lo había perdido de vista.

Leo Lucente

Periodista con la lírica de antes que le gusta disfrutar y escribir sobre la gastronomía, la pizza porteña, Maradona, Messi y las charlas de café. Es optimista por naturaleza, conversador, creyente de la sonrisa y buscador de historias increíbles. Trabajó en Radio Mitre, Radio continental, Splendid y Mega. Escribió en la revista Corsa y fue el jefe de prensa de la categoría de automovilismo Top Race durante seis años. También colaboró en el magazine Un túnel de Uruguay y en Playboy de México.

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