Fabbiani fue el jugador de las caretas pero nunca la careteó. Cuando apareció en River, donde lo ovacionaron aún antes de jugar, se veía en la tribuna la imagen de Shrek. Había un furor por él después de haber plantado a Vélez a minutos de la revisión médica. Al final le fue mal a él y al equipo… Asumió su parte sin echarle culpas al resto. Se quedó con el sueño cumplido de jugar en el club que adora desde pibe. Así fue siempre en las épocas donde la fama lo dejó en offside en algunos partidos nocturnos. No se trata de romantizar los errores, pero siempre es más fácil vivir la vida de los demás. El Ogro se quedó con la otra parte de la historia.
Debutó en la Primera de Lanús de la mano del Cai Aimar, quien lo hizo jugar de 10 aunque después se impuso como centrodelantero. Fue sparring de la Selección de Bielsa, a quien admira y hoy cruza algunos mensajes. Sin su papá desde que él tenía 8 años, una situación horrible de superar y más para un chico, le compró la casa a su mamá. Estuvo a nada de entrar en la historia grande de Newell’s con un jugadón infernal que al final no fue gol contra Central. Y después de terminar como futbolista en el Ascenso, en Deportivo Merlo, profundizó su pasión por ser entrenador. A primera vista tal vez más de uno se sorprendió porque a veces se relaciona más con jugadores tácticos, o con otro tipo de líderes, pero allí apareció Fabbiani y se llevó los primeros aplausos. Tipo el Chacho Coudet o el Turco Mohamed, personajes en sus tiempos de jugadores, el Ogro también le empezó a ganar al prejuicio como DT.
La última foto es justamente contra Boca, el equipo que jamás dirigiría. Su Riestra no tiene los millones de su rival, no es el movimiento popular que cada 15 días deja chica la Bombonera, no luce un jugador bandera como Cavani ni tiene un presidente que puede frenar a una tribuna enfurecida. Pero con compromiso, una idea clara, generosidad y esfuerzo lo hizo transpirar a Gago para llevarse un empate de local. Allí tal vez está el mayor mérito hoy de Fabbiani: sus jugadores le creen. Son capaces de raspar -a veces de más con el guiño de algunos árbitros-, de replegarse y apostar a un contraataque heroico frente a un gigante. Es cierto que suele hacer tiempo de más, que Arce fue tan figura como artista el domingo, que al final estaban los 11 jugadores en su área. Pero el último partido debe mirarse distinto a otros con una oposición más pareja.
¿Cómo salir de ese asedio cuando hay tanta diferencia de plantel, en una cancha que se movía y ante la sensación de acariciar un batacazo histórico? Con sus armas, el equipo se llevó un punto que suma para Fabbiani. Pudo haber perdido por goleada si Boca estaba más fino. Pero, aunque resultara injusto, la última pelota fue una gran salvada del arquero Brey después de un rebote desafortunado… El aplauso no es por la foto si no por la película: Riestra está sexto en la tabla de posiciones junto a Racing, tiene un punto más que River y aparece también arriba de Boca, Independiente y San Lorenzo. Su racha de local es la mejor del torneo. En su pequeña cancha, con DJ y latitas en la entrada, a metros del Nuevo Gasómetro, construyó una muralla. Siempre atento al marketing, el club deberá ver que ésa es su mejor campaña.
Ya ex futbolista, Fabbiani aprovechó su carisma, su carácter extrovertido, para trabajar en los medios. Acostumbrado a las notas, pícaro para entrar en los debates filosos, fue parte del staff de la segunda edición de F90 en ESPN. Ya en esos tiempos detrás de cámaras se veía que su cabeza estaba más en el césped que en el estudio de TV. Llegaba temprano para ver partidos. Se movía con una pizarra con fichas magnéticas. Así fue cambió de rumbo. A mediados de 2021 arrancó en Fénix, en la B Metropolitana. Después de 33 partidos, justo un año, se fue. Enseguida apareció en Riestra: su primer paso por el club fue de 9 meses. Pasó por Deportivo Merlo. Y en febrero de este año debutó otra vez en Primera, ahora con saco y remera.
Sin rebusques tácticos, sin escaparse de los medios para aparentar ser quien no es, sin vender palabras extrañas en las conferencias de prensa. Así, despacio pero seguro, de atrás para adelante, empezó a asomarse entre los grandes. Le ganó a Independiente y a San Lorenzo. Y le dio una piña de nocaut a Demichelis en River… Con Ignacio Arce volando en el arco. Con Milton Céliz como capitán, el que metió el primer gol en Primera y es capaz de chocar contra un camión de frente. Con Herrera adelante, el goleador que pasó por todas las categorías. Y con el Ogro en el banco, cada vez más respetado en su nuevo rol. La diferencia con su época de jugador es que en las modestas tribunas de la cancha de Riestra no hay caretas. La parte que no cambió, ya con 41 años, es que él ahora tampoco la caretea.