Un caballo es un espejo

Estos animales captan nuestro campo electromagnético, reciben las ondas rítmicas de nuestro corazón y pueden entender lo que sentimos. Y ayudarnos a estar mejor.

Por Karin Cohen

Ago 2, 2023

La mujer de unos 50 años cruzó la tranquera de ese espléndido campo en Pilar. Estaba ansiosa e inquieta por lo que iba a experimentar. El aire olía a primavera como así también a pelo de animal mojado. Y a bosta, claro. Se iba a encontrar con caballos salvajes que podían “leer lo que pasaba en su interior”. Alguien le había mencionado que allí estos animales contactaban de manera especial con el ser humano. Si bien su amor por todo bicho que camina la hacía confiar en que viviría situaciones emocionantes, no imaginaba lo que iba a suceder en los siguientes minutos.

Nadine Bell es la humana que iba a hacer de puente en esta experiencia sobrenatural. O mejor dicho completa y poderosamente natural que se daba aquella tarde de septiembre. A los veintipico, y con una carrera humanista que llevaba muy bien en una multinacional, quebró su alma. Y el miedo a salir a la vida la hundió en pánicos y encierros. Un hábil y sabio psiquiatra le recomendó volver a sentir felicidad con algo que hubiera hecho en el pasado. Y ella pensó en caballos. Se había criado con un abuelo dedicado al polo y de niña sus días tenían todo el sentido del mundo montándolos o simplemente respirando junto a ellos. ¿Pero cómo iba a ganarse la vida con ellos morando en la ciudad? Luego de un viaje a Estados Unidos que hizo con inmenso esfuerzo por ese miedo que la carcomía por dentro, decidió que las clases de equitación eran lo suyo. Y así lo fueron por un tiempo, hasta que un embarazo iba a marcar no solo su nacimiento como madre sino también como intérprete de un lenguaje mágico entre caballos y seres humanos.

Ese día en Pilar que nuestra protagonista recuerda con especial ternura, el corazón le saltó de felicidad cuando vio a Nadine parada en medio de una especie de gran corral con cinco caballos detrás. Su saludo amigable y bondadoso hizo que, al cabo de unos pocos minutos, allí sentadas en el pasto, pudiera relatarle su vida. Nadine escuchaba y miraba a sus esbeltos animales cuando por un momento uno de ellos se acercó a unos cuatro o cinco metros de donde estaban e hizo algo que, para su interlocutora, era muy improbable que sucediera. Pero le revelaría gran parte del presente que hoy, esta mujer, estaba viviendo.

Nadine le explicó que los caballos captan el campo electromagnético de nuestra existencia, por lo tanto, pueden recibir las ondas rítmicas que nuestro corazón envía como motor emocional de nuestro cuerpo. El corazón genera un campo eléctrico cien veces mayor que el del cerebro y un campo magnético 5.000 veces más potente. El caballo entiende. Entiende qué sentimos. Nuestras inseguridades, angustias, trabas, carencias, como así también cuando conscientemente proyectamos un cambio en nuestra creencia limitante. Y así podremos avanzar mejor y más livianos en la vida.  «¡¿Pero cómo es que vos los traducís, Nadine?!», quiso saber nuestra amiga experimentando la total sorpresa.

La amable conversación se interrumpió por unos instantes cuando uno de los caballos de la manada, todos salvajes, se acercó, las miró, se arrodilló, puso su gran hocico en la tierra, ¡¡¡se echó de costado… y se durmió!!! La mujer miró extrañada a Nadine: «En mi vida vi a un caballo dormirse acostado tan cerca de mí. ¿Qué cosa rara pasó?». «Te está reflejando. Estás cansada, muy agotada de tu realidad», le dijo. «Es más que un cansancio físico. Un cambio de vida se te impone si deseas sentirte mejor». Y continuó: «Acá llegan personas con miedos, inseguridades, duelos, cuestiones del alma para trabajar, que tal vez ni siquiera pueden describir con claridad. Y el caballo las refleja. Usa un lenguaje silencioso que se traduce en la posición de su enorme cuerpo y la dirección de sus movimientos. El caballo necesita entender a quien tiene adelante. O huyen o se acercan porque son curiosos.  Es habilitar el espacio y ganarse la confianza, con gentileza y paciencia», concluyó.

Nadine y su sombrero tipo cowboy. Nadine y sus 25 años de trabajo como especialista en aprendizaje asistido con caballos y en equinoterapia. Volcó su experiencia con seres muy vulnerables como las frágiles almas del Cotolengo Don Orione. Allí conoció todo tipo de necesidad cuando llevaba sus caballos a tomar contacto con las internadas. Cuenta la historia de Aleluya, una mujer grande muda que de niña había sido entregada a la institución. Ella gritaba siempre. Se alteraba con solo percibirse mirada. Y las caricias de un criollo marrón delicado como una mariposa hicieron lo que ningún ser humano había podido con ella. Aleluya pudo decir. Palabras. Dijo: “Más”. Mas caricias quería ella.

Este método se llama «Coaching con caballos» y Bell suele realizar talleres en los que, según de qué manera el participante lleve con un lazo al animal sorteando algunos obstáculos sencillos, ella puede identificar qué conductas se pueden trabajar. Por ejemplo, en los humanos: cómo se lleva el lazo, mirar mucho para atrás, ritmos. En el caso de los animales: cómo se mueven, si miran, si bostean mientras caminan, cuando mastican. Estos son signos que a ella le diseñan un mapa. El de cada uno de quienes se animan a que sus almas y corazones sean reflejados por un exquisito animal.

La señora del caballo dormido pudo, a partir de esa experiencia, empezar una nueva fase de su vida. Se animó a meterse con sus sombras e integrarlas en sus luces. Y se imaginó que un día podía escribir estas palabras sonriendo feliz.

Karin Cohen

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