Lautaro Martínez, el 9 que le metió goles hasta a la nostalgia

El Toro se lució con un golazo ante Perú y llegó a los 32 con la camiseta Argentina para igualar la marca del propio Maradona. Luchador y autoexigente al máximo, sus festejos lo llevaron hasta a pelear por el Balón de Oro de la última temporada.

Por Cholo Sottile

Nov 20, 2024

La nostalgia a veces lleva a la negación. En la Copa América 2019, cuando Lautaro Martínez empezó a hacer goles importantes en la Selección, pareció una exageración que se lo marcara como el sucesor de Batistuta. Si bien él había impresionado desde que apareció en Racing, la primera idea se acercaba más a un título marketinero de los medios que a una definición real. Se venían a la cabeza los movimientos del Batigol, ese delantero impresionante que nació en Newell’s, no pudo ser él en River y explotó para siempre en Boca y Argentina en el 91. El mismo que después fue rey en la Fiorentina e ídolo del fútbol italiano. Entonces, para toda una generación era demasiado la asociación a ese monstruo. Con el tiempo, despojados de ese sentimiento de ver una pequeña sombra en el póster, hay que rendirse ante la evidencia.

El Toro ya no es un chico que impresiona por su arranque demoledor en Primera y por la madurez de su exigencia. Hubo un partido en Racing, apenas arrancó, en el que hizo tres goles y cuando fue a la típica entrevista a la figura en la TV declaró que estaba fastidioso porque había errado mucho. Lautaro hace años es el capitán del Inter, salió campeón del mundo con un penal importantísimo contra Francia, metió el gol para ser bicampeón de América contra Colombia en 2024… Y para poner en jaque otra vez a la memoria emotiva, con su zurdazo infernal contra Perú llegó a los 32 goles en la Selección. Tenía que ser con esa pierna, y debía ser un golazo casi imposible en su ejecución, para igualar justo la marca histórica del inolvidable Maradona con esa hermosa camiseta. Diego en realidad hizo 34, pero los dos goles de diferencia no son considerados oficiales por FIFA porque se los hizo a equipos y no a selecciones. Uno es en el 79, cuando Argentina jugó contra un combinado de Resto del Mundo. El otro fue en el 80, un 1-0 en el Monumental, contra un combinado también de la liga irlandesa. Entonces se consideró un partido B para los registros oficiales.

Con 27 años, Lautaro peleó este año por el Balón de Oro. Una gala en la que se ganó no por su look. Fue con goles. Metió 22 en el 2024, con una particularidad conceptual: 11 fueron para el 1-0. Se podrá decir que todos los goles valen uno, como repetía Carlos Bianchi. Pero esa definición apunta a la estética. A los goles banales. Un entrenador goleador como él sabe la preponderancia de abrir los partidos. O sentenciarlos. Nunca fue igual un 9 que mete el cuarto de una goleada que al que gana una final. Allí está el valor del Toro de Bahía Blanca, al que por fin se le acomodó un poco el calendario. En un momento quedó a contramano del destino. O de alguna decisión equivocada. El había hecho méritos en el fútbol argentino para filtrarse en la lista del Mundial 2018. Se recuerdan las visitas repetidas de Jorge Sampaoli para verlo aún con 21 años en el Cilindro. El entrenador tenía sus argumentos para la decisión. En relación a su evolución con el juego, sentía que aún le faltaba resolver las jugadas un segundo antes, esa velocidad que otorga la competencia europea. Y en la lista tenía a dos fenómenos que sólo se pudieron discutir en la Argentina: el Pipita Higuaín y el Kun Agüero. El tema fue que al ser 23 convocados, y proyectando hacia la otra Copa del Mundo y no sólo a esos días, bien pudo haber sacado un volante de los que tenía repetidos y sumar al chico que se veía claramente que iba a jugar varios mundiales en su carrera. De todos modos, ése fue de los errores menos graves de un entrenador al que se le agitó un golpe de estado del plantel por sus malas decisiones y manejos feos en Rusia. Era difícil dominar la lista si no podía con su propio cuerpo técnico, que le renunció en el avión de vuelta a Buenos Aires. Ahí, aunque hoy parece lejano, estaban Beccacece como segundo y Scaloni como nexo con el plantel…

El otro Mundial, el primero para él, también fue una difícil para Lautaro. El final a nivel grupal fue de película eterna. Como les había dicho Carlos Bilardo a los campeones del 86: «Salgan campeones que es la gloria. La gente se los va a agradecer toda la vida». Exactamente eso empezó a ocurrir desde el recibimiento más grande que se recuerde, con las calles de todo el país inundadas de felicidad después de tanta abstinencia. En la parte personal fue la espina. Lautaro había llegado como el goleador del ciclo con Messi, el centrodelantero elegido por Scaloni hasta por delante del Kun Agüero antes de que tuviera que retirarse a la fuerza por su problema en el corazón. Pero como siempre repetía Passarella, lo más relevante es lo que pasa en el mes que se disputa la Copa del Mundo. Y el Toro llegó a Qatar con el tobillo negándole la chance de jugar al ciento por ciento.

Igual arrancó de titular contra Arabia Saudita, esa derrota que fue un mojón repleto de angustia en el debut, el día de los miles offsides milimétricos. Sumado al tsunami de energía que fue Julián Alvarez, embalado por su aparición en el Manchester City de Guardiola y por sus goles a lo Kempes, Lautaro debió ayudar desde el banco de suplentes. A veces ese concepto es figurado porque el relevo queda en un lugar decididamente relegado. Pero no es lugar común con el 10 del Inter. Entró, jugó, gritó goles importantes y apareció más que en la foto del campeón. Ahora, ya sin dolores, puede disfrutar de los triunfos y de los récords de goles. Hoy aparece primero Messi con 112, Batistuta con 54, el Kun Agüero con 42, Crespo con 35, y él y Diego con 32. Puro presente. Ya nadie le reclamará a Lautaro Martínez por meterle otro gol a la nostalgia.

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