Entre los casi 25 mil habitantes que tiene la ciudad de Jardín América, en la provincia de Misiones, se encuentra Yuliana Aquino, la ganadora del Concurso de Belleza Real impulsado por la marca 317. Su historia de superación impactó al jurado y esta maestra de 32 años que a pesar de movilizarse en silla de ruedas –con todas las dificultades que eso conlleva- no falta un día para acompañar a sus alumnos de cuarto grado, atiende a ADN+ para compartir su experiencia. Con calidez, simpatía y paciencia cuenta su vida y enseña, sin ser redundante por su condicion de docente, que la fuerza de voluntad es una de las cualidades mas importantes que podemos desarrollar.
“Me tomó por sorpresa realmente ser la ganadora, estoy muy feliz. Mi mamá me insistió mucho para que mande mi historia pero no creí que entre mil mujeres con experiencias tan fuertes elijan la mía: realmente fue una gran sorpresa”, comienza diciendo Yuliana, que recién termina de dar clases a sus chicos. Todo un símbolo que una marca de tinturas como 317 sea la impulsora de este certamen porque Yuliana, que tuvo que atravesar procesos de quimioterapia por un tumor en la médula, lo primero que hizo cuando volvió a crecerle el pelo fue teñirse, de rojo. “Mi mamá me quería matar pero para mi era muy importante mostrar mi pelo”, recuerda y sonríe.
Desde los 8 años padeció problemas en la columna, una escoliosis que la obligó a usar corset durante 23 horas al día. Visitas constantes a los médicos, dolores intensos, bullyng por la forma de caminar, inseguridades y complejos, imposibilidad de hacer lo que mas le gustaba a esa Yuliana niña: hacer deporte y bailar. A meses de cumplir los soñados 15, una resonancia arrojó el resultado: un quiste en la columna le estaba comprimiendo las vértebras y estaba cerca de la médula espinal. Había que sacarlo. Era la Argentina del 1 a 1 pero también la de las fábricas cerradas, la de la falta de trabajo, la de las familias en busca desesperada de una oportunidad, que en este caso llegaba del otro lado de la frontera, en Asunción del Paraguay.
Yuliana entró caminando a la clínica pero despertó luego de la operación sin poder mover las piernas. Fue un shock naturalmente, pero ahí estaba el amor de su familia, de sus amigos, para contener y acompañar. “Durante la cirugía se dieron cuenta que el tumor ya había tomado parte de la médula espinal entonces los médicos se limitaron a sacarme todo con el riesgo a que al hacerlo me quede sin fuerza también en los brazos y pierda otras funciones. Fue muy feo porque al despertarme sentía que tenía un camión encima”, rememora con una fortaleza envidiable. Vinieron tiempos de procesos medicinales, de quimioterapia para encapsular el tumor, de la caída de cabello y de seguir adelante, siempre.
Perceberante, aprendiendo su nueva vida en silla de ruedas, enfrentando las dificultadres que una ciudad le ofrece, haciéndose fuerte ante los prejuicios, Yuliana hizo 2 años de la carrera de Administración de Empresas pero las circunstancias la llevaron de nuevo a Misiones, a Jardín América, a 100 kilómetros de Posadas, donde solamente podía optar por la carrera de magisterio. Y otra vez la mamá, heroína silenciosa, acompañante incondicional, sabia concejera, aparece en escena. “Me preguntó porque no lo intentaba, si siempre me había gustado enseñarle a mis hermanos, mis primitos. Me incentivó a hacerlo pero al principio creía que no iba a poder estar en el aula, escribir en el pizarrón, estar frente a los chicos. Pero pude, yo siempre quise estudiar una carrera, recibirme, progresar: no quería conformarme con una pensión, y por suerte encaré esta carrera que se convirtió en profesión y ahora amo”.
“Dar clases es mi cable a tierra, con mis alumnos me siento aceptada. Me encanta estar con ellos, escuchan mi historia, la entienden, la respetan. Por ahora estoy haciendo suplencias, siempre con chicos un poco más grandes. Espero con ganas el día que me den la titularidad de una clase, ojalá no exista ningún tipo de impedimento burocrático”, dice un poco preocupada Yuliana. En los tiempos que corren, parece una locura que aún pueda pensarse en que exista alguna traba para que una maestra en silla de ruedas ejerza con amor su pasión. Y en el caso de Yuliana, que enseña no solo con su conocimiento, sino también con sus ganas, con su perceverancia, con su experiencia. “Los alumnos naturalizan mi condición, y hablamos mucho del bullying porque cuando era chica sufría mucho y está bueno contarles que esas cosas hacen mucho daño”.
Acompañada por los directivos y colegas, Yuliana cada día cumple con su labor y mientras tanto piensa, también, que podría hacer con el premio en efectivo que se llevará por haber sido elegida ganadora del Concurso de Belleza Real. “No se todavía, la verdad es que las cosas que necesito – cambiar la silla de ruedas, un auto adaptado o un bipedestador (las sillas de ruedas mecánicas que ayudan a pararse) – son realmente muy costosas, así que aún no lo decidí, también me gustaría ayudar a mi mamá con su almacén”, detalla.
No somos capaces de entender del todo el dolor. La fortaleza para seguir adelante, para no rendirse, para quedarnos con los aprendizajes que la vida ofrece. “Recuerdo a los 15 o 16 años, mientras intentaba asimilar las cosas fuertes de la vida, una nueva manera de vivir y sin embargo agradecer en el día a día las cosas simples, cuando quizá otros chicos de mi edad estaban en en otro mundo, preocupándose por lo material o por su imagen personal, yo realmente estaba viviendo desde otro punto y quizás eso fue lo bueno que me dejó, también me ayudó a madurar más más rápido y a darle valor a lo a lo que realmente importa: la familia, los amigos que que se hacen familia y agradecer. Agradecer cada día por vivir, por estar bien, un día sin dolores realmente es una bendición”. Yuliana Aquino, 32 años, maestra. De la vida.