Racing, hinchas campeones

La Academia ganó la Copa Sudamericana con un equipo que jugó con el corazón y con puro amor por la camiseta, un sentido de pertenencia que Gustavo Costas les transmitió a sus jugadores. Fue el plus que el DT impuso para dejar de competir y ser campeón.

Por Cholo Sottile

Nov 25, 2024

Racing siempre fue grande por sus hinchas. Los que se encadenaron para no dejar que les borraran el escudo. Los que acompañaron con una pasión inexplicable en tiempos de más malas que buenas. Y un día, otra vez, su gente lo llevó a lo más alto. No sólo porque copó antes Paraguay y después el Obelisco. Cansado de los fantasmas fatalistas, levantó la Copa Sudamericana de punta a punta, en el desarrollo del torneo y en la final con Cruzeiro. Y lo hizo de la mano de un hincha dentro de la cancha. Ese es Gustavo Costas, el entrenador que durante años tuvo que sufrir de lejos porque no aplicaba al perfil buscado, el que ganaba en todos lados pero no le daban un oportunidad en un Racing que por fin administraba riqueza.

Así llegó este año el técnico que fue mascota y marcador central campeón. La negociación duró varias semanas porque no era la primera opción. A él no le importó. Soportó, como siempre en su vida. Hasta que le llegó la chance. Por eso más que nadie se merece ese grito desaforado en la Olla, un estadio que pareció el Cilindro por un rato. Abrazarse con sus hijos, parte de un cuerpo técnico que vivió todo el año para la camiseta que tienen tatuada en el corazón. Costas le dio al plantel sentido de pertenencia, un estilo ofensivo, corazón. Hay una parte relevante que tiene que ver con la táctica, preparar los partidos, pero el factor emocional fue determinante para coronarse. Fue el mejor equipo de todos, desde la fase inicial hasta que fue creciendo el nivel de dificultad con Corinthians. El festejo es tan grande porque por la abstinencia de 36 años sin un título internacional, esta Copa Sudamericana tiene valor de Libertadores. Después de demasiado tiempo, Racing está en el lugar que debe.

Costas anduvo llorando de emoción en los días previos al partido. La ansiedad devoró su cuerpo y su cabeza. Ese andar loco que lo lleva a hablar como Bilardo, amontonando palabras a veces, y ese día a día que no le permite tener nada rojo en su casa. El Turco García, otro emblema del club, llegó a decir que ni siquiera quiere comer tomate para evitar el color. Gustavo además de declarar que Racing «es el amor de mi vida» y que es «primero de Racing y después argentino», dejó ver uno de los secretos de su campeón: «Armé un plantel con hambre». Esa voracidad por ganar fue clave en el ciclo. Desde Maravilla Martínez, que supo estar preso y hoy es el goleador del campeón. O Maxi Salas, que llamó al entrenador para saludarlo por su cumpleaños y terminó acompañándolo en esta locura hermosa. Por potencia, despliegue y gol por momentos hasta pareció el Matador chileno que lleva su apellido.

O Santiago Sosa, otro hallazgo, un jugador que estaba en la menospreciada MLS, en el Atlanta United, y con su inteligencia y actitud se convirtió en el jugador más parejo del año. De central o de volante, fue conductor y emblema repetido del equipo. O Martirena, que «no jugó los primeros partidos cuando llegué, hablé, le expliqué qué quería y hoy parece Cafú», según definió el propio Costas. O el mismísimo Juanfer Quintero, el talento de 10 con la 8 en la espalda, el Rubén Paz de estos tiempos, el que sufrió profundos problemas personales pero le juró al entrenador que iba a volver de Colombia para ganar la Copa con él. O Arias y Sigali, líderes con o sin cinta, los que volvieron a disfrutar de ser campeones después de algunos tiempos oscuros. Así, uno por uno, como el propio Agustín Almendra, un volante talentoso que también dejó su cuna en Boca para ir a Racing. Era otro que quería jugar como hincha. Dieron un plus por Costas y por Racing.

La gente se sintió representada por el equipo. El que fue al frente en todas las canchas. El que gritó los goles desaforadamente como Costas con sus hijos. El que pasó un temblor a mitad de año, cuando se habló de una reunión dura entre dirigentes y Costas. En esos días, con algo de política en el medio porque también aparecía enfrente la figura de Diego Milito pensando en ser futuro presidente, se llegó a filtrar que de haber estado libre habría vuelto al club el Chacho Coudet, el símbolo del campeón anterior. Pero Gustavo otra vez resistió a todo. Así fue en sus 61 años de vida. De Racing lo iban a sacar con los pies para adelante. El vive por y para Racing. Y cuando por fin pudo volver no iba a dejar pasar la oportunidad.

Desde que aterrizó en el club dijo que había que dejar de competir y pasar a ganar. Pareció una forma de diferenciarse de Gago, el líder anterior, pero finalmente fue un lema exclusivamente suyo. No se conformó tampoco con llegar a la final. El se puso la vara alta y anunció que sólo importaba la vuelta olímpica. El final fue feliz. Porque es una película este Racing, ahora con más sonrisas que angustia. Si el entrañable Mostaza Merlo se ganó la estatua después de ganar el título local tras 35 años de padecimientos, hay que construir una para Costas. En él estaban pensando los miles y miles de hinchas que volaron a Paraguay. Y los que fueron otra vez al Obelisco embanderados de celeste y blanco. Gustavo se transformó en un prócer desde su pasión. Otro hincha campeón que dio todo por los colores.

Cholo Sottile

Cholo Sottile es periodista deportivo con 30 años en los medios. Actualmente es columnista en F90 y Equipo F, por ESPN. Su carrera arrancó en la grafica, en Clarín Deportes. Y trabajó más de 20 años en Olé, donde inició la aventura del primer diario deportivo de la Argentina. Cubrió 5 Mundiales entre cientos de eventos, donde realizó recordadas entrevistas con Maradona, Messi y los grandes personajes del mundo del fútbol. Escribió el primer libro en el país del capitán de la Selección: “Messi, el distinto”.

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