Luego de cinco años de arduo trabajo donde los obreros pudieron sacar adelante una situación que parecía irreversible, la catedral de Notre Dame abrió ayer sus puertas ante la presencia de grandes personalidades. Aunque no pudo estar presente físicamente, el papa Francisco envío un mensaje para todos los habitantes de Francia.
Producto de una agenda cargada de actividades, el Sumo Pontífice no viajó, pero le traspasó sus palabras al arzobispo de París, Laurent Ulrich, quien leyó: «Nuestros corazones han sufrido el riesgo de ver desaparecer una obra maestra de la fe y de la arquitectura cristiana, testimonio milenario de vuestra historia nacional. Hoy, la tristeza y el luto han dado paso a la alegría, la celebración y la alabanza«.
Y añadió: «Siguieron los pasos de sus padres, cuya única fe, vivida en el trabajo, fue capaz de construir una obra maestra donde nada profano, ininteligible o vulgar encuentra lugar. Que el renacimiento de esta admirable Iglesia constituya, pues, un signo profético de la renovación de la Iglesia en Francia».
En la misma línea, el Monseñor europeo, mediante el comunicado del argentino, expresó que Notre Dame es la casa de los habitantes, quienes pudieron poner en pie una de las maravillas del mundo: «Las innumerables representaciones y símbolos que contiene están destinados a ustedes para conduciros con mayor seguridad al encuentro con Dios hecho hombre y redescubrir su inmenso amor«.
Por otro lado, el presidente francés, Emmanuel Macron, le agradeció a las personas que reconstruyeron el establecimiento por su valentía: “Esta catedral es la feliz metáfora de lo que es una nación y de lo que debería ser el mundo: fraternidad de un pueblo determinado a hacer grandes cosas, fraternidad universal y ayuda mutua”, concluyó.
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