Romeo y Julieta en el malecón

El infierno es la última novela de los españoles Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero. Una historia de amor vedado entre Leonor y Mauro, que va de Madrid a La Habana durante el siglo XIX.

Por Nicolás Artusi

Nov 24, 2023

Retazos de géneros: fábula histórica, folletín romántico, thriller sobrenatural… ¿Y novela psicológica? “¡Eso no!”, responden Carmen Mola. No hay error de concordancia entre el predicado y el sujeto: Carmen Mola son tres hombres españoles, Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, que escriben a seis manos las novelas que despiertan pasiones después de haber ganado el Premio Planeta hace dos años y que, a pesar de estar de visita en Buenos Aires, la ciudad con más psicoanalistas por cabeza, me niegan el psicologismo. Fue durante la presentación de El infierno, lo último de su producción, una novela de casi quinientas páginas que va de Madrid a La Habana durante el siglo XIX y que aprovecha la historia del amor vedado entre Leonor y Mauro para narrar la tragedia del esclavismo y el misterio de la santería: allí donde haya un infierno habrá un demonio.

Romeo y Julieta en el malecón: en la trama, por un hecho fortuito que se vincula con los intentos de derrocamiento contra la reina Isabel II, la bailarina de burlesque Leonor debe abandonar España y huir a Cuba, hacia donde la sigue Mauro, un estudiante de medicina (“medio médico”, le dice ella) de quien se enamoró. Allí, las plantaciones de azúcar esconden los dramas de la esclavitud y la ciudad aún brilla entre caireles y oropeles. “En esa época, La Habana era la ciudad colonial más importante para España”, me dice un Carmen Mola y la apelación de la novela al inframundo no es casual porque ver la realidad de cierta forma “es como pasear por el infierno”. Entre las rutinas coloniales (visitas de cortesía, funciones de teatro, sesiones de espiritismo) se cuela el espanto que desparrama por la ciudad un demonio que llegó en carabela unos años antes mientras los amantes se embarcan en su viaje sentimental: “Dos enamorados afrontando los peligros y luchando por un futuro juntos”.

Aquello que empieza como un folletín decimonónico a las pocas páginas empieza a torcerse y aquí es donde el lector sensible desviará la vista porque los cuchillazos, los empalamientos y los destripes resultarán demasiado gráficos para los herederos de Corín Tellado. Esa es la virtud de Carmen Mola. Siempre acechado por la depresión, Winston Churchill decía que se le aparecía “un perro negro” cada vez que los pensamientos negativos asolaban su cabeza: en El infierno también se presenta un perro negro, que no avisa de la llegada del trauma mental sino del espanto que se insinúa primero y se confirma después. Es un cancerbero. El furor que generan los libros de Carmen Mola entre sus fanáticos confirma que la literatura popular puede ser apasionante, culta y hasta erudita: para mezclar los géneros hay que conocerlos mucho. Pero esas son las inquietudes del crítico. El lector sigue a sus héroes con la voluntad del que huye de la esclavitud, corporal o espiritual, en un intento desesperado por escapar de su infierno.

¿Y el café?

Muy popular en el Caribe y sus alrededores, el cubano es un mix de café y azúcar, una bebida que resulta muy cargada y superdulce. En el pocillo se vierte una cucharada de azúcar y unas pocas gotas de café espresso o filtrado y el compuesto se bate con la energía suficiente para conseguir aquello que se conoce como “espumita”, una sustancia espesa y almibarada que se vierte sobre otra taza que contiene el resto del café. El preparado genera una inyección de energía en el bebedor que no puede reprimir el movimiento involuntario que se despliega al canto de “¡azuquita, sabor!”.

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