Cómo sentimos, creemos o pensamos que somos. Las valoraciones acerca de nuestra identidad pueden confundirse con quiénes somos. Esto sería como confundir el mapa con el territorio. Claramente nuestro concepto de nosotros mismos no es nuestro yo real, sino simplemente una representación, un retrato a veces preciso, pero casi siempre muy impreciso, de nuestros pensamientos, emociones y conductas habituales.
Cuando nos proponemos un cambio en nuestras vidas o queremos prosperar, necesitamos hacer frente a las acciones que podrían dañarnos o ir en contra de ese proyecto, y pensar en la manera de hacer mejor las cosas. Sin embargo, en ese proceso no tenemos por qué ser crueles con nosotros mismos. Podemos ser amables y compasivos en el difícil camino del cambio. Reconociendo que la vida a veces es dura, que ningún proceso es lineal, que los retos forman parte de la experiencia de las personas y que necesitar ayuda es humano.
No suelen ser cómodas las transiciones y aunque es importante que veamos con claridad nuestros patrones psicológicos en este camino, resulta igualmente importante que no nos juzguemos x ellos. La mayor parte de nuestros pensamientos autocríticos adoptan la forma de un monologo interior, emitiendo comentarios y valoraciones constantes acerca de lo que experimentamos. Y dado que no existe censura social cuando nuestro dialogo interior resulta duro o cruel, nos hablamos a nosotros mismo de una manera especialmente brutal. “Sos un perdedor, que gorda estas, guau como estas envejeciendo, eres un tonto….“
Juzgarse a uno mismo no puede acabar con la autocrítica. Por tanto, la mejor manera de contrarrestar la crítica destructiva hacia uno mismo consiste en entenderla, sentir compasión por ella y finalmente sustituirla por una respuesta más amable y un dialogo interno más compasivo.
La compasión hacia uno mismo abarca tres elementos fundamentales. En primer lugar requiere bondad, ser amable y comprensivo en vez de crítico. En segundo lugar es preciso reconocer nuestra humanidad compartida, sentirnos conectados con los demás en la experiencia de vivir y no aislados y alienados por el sufrimiento. Y en último lugar requiere atención plena, que vivamos nuestra experiencia conscientemente, sin ignorar el dolor pero tampoco exagerarlo.
La bondad hacia uno mismo consiste en dejar de juzgarse y de emitir comentarios internos denigrantes. Requiere que entendamos nuestros puntos débiles y nuestros fracasos en vez de condenarlos. Es necesario que nos demos cuenta de hasta qué punto nos hacemos daño y nos lastimamos con la autocrítica constante para así poder comenzar a poner fin a nuestra guerra interna.
Implica algo más que dejar de juzgarnos. Consiste en consolarnos activamente, siendo respetuosos y respondiendo tal y como lo haríamos ante un buen amigo con dificultades. Significa que nos demos permiso para conmovernos emocionalmente ante nuestro propio dolor y que hagamos una pausa para decir “la situación es muy difícil, cómo puedo cuidarme y consolarme en este momento”. Con la bondad hacia nosotros mismos podemos apaciguar y calmar nuestra mente atormentada, nos regalamos paz, calma y empatía.
Una buena manera de comenzar, cuando nos sintamos perdidos, es pensar cómo trataríamos a un buen amigo en mi misma situación. ¿Qué le diríamos frente a un fracaso o un error? ¿Cómo lo trataríamos si viene a nosotros luego de equivocarse? Esta manera empática de tratarte será de mucha más ayuda en tu propio camino de aprendizaje, y cuando, con valentía, te animes a emprenderlo de esta manera, serás tu mejor compañero de viaje.