Argentina es candidato: lo dice la cara de Messi…

Atrás quedaron los tiempos de frustraciones y de los cuestionamientos a la Selección. Esta noche comienza una nueva Copa América y el equipo de Scaloni no sólo lleva el parche de campeón en el pecho: es el rival al que todos quieren ganarle.

Por Cholo Sottile

Jun 20, 2024

Messi habla más con las caras que con las palabras. Alcanza con ver sus fotos para descubrir que está feliz. Desde el famoso «ya está, ya está» de cara a su familia, a segundos de ser campeón del mundo, se dedicó a disfrutar. En su paso por el país salió cada vez que pudo a tomar cariño, como la famosa noche que se inundó de gente la salida de una parrilla y él prefirió encarar a la marea humana en vez de salir tranquilo por una puerta lateral. Después se fue a jugar a Miami, un lugar amigable por la temperatura que le mejora el humor y un equipo armado a su medida. Y ahí, cuando alguno pudo sospechar que iba a dejar de competir en la Selección, alejarse del stress, decidió que Argentina fuera su equipo mientras no pierde ritmo futbolístico en el Inter.

Leo sonríe. Todo el tiempo. Cuando da una entrevista, ahora que abrió las puertas de su intimidad como nunca antes. En el momento que anda con su camioneta por la calle y cualquier hincha con el teléfono en la mano lo saluda en vivo por sus redes. En sus mañanas alegres entrenando con sus queridos Luis Suárez, Busquets o Jordi Alba, inseparables laderos de la época dorada del Barcelona. Esa felicidad se potencia cuando se pone la ropa con tres estrellas de la Selección. Sentía que le faltaba ese sello de calidad para sentirse pleno, aun cuando ya mucho tiempo antes fuera el rey del fútbol mundial. Está a pleno con De Paul, Di María y el resto de sus soldados en la previa de su última Copa América. No fue casualidad el cantito de guerra en la intimidad del equipo. «Ganar otra Copa con Leo es lo que imagino», gritaron como si fueran un coro de cancha… En realidad, todos visualizan ese final feliz: Argentina es el gran candidato a ser campeón.

Leo y Di María van por su Last Dance en una Copa América.

Un argumento es Messi liberado, feliz. De la mano de un equipo que por momentos parece imbatible. Más aún en América, aunque Uruguay fue el último palazo en un camino casi sin espinas. La Selección sale de memoria y, lo mejor, juega de memoria. Dibu Martínez achica el arco ante cualquier rival. Cuti Romero se convirtió en el mejor 2 del mundo. Mac Allister llega como más figura que al Mundial. Julián Alvarez es aún mejor después de su upgrade en el City. Di María será un crack hasta el día que se retire. Scaloni está seguro y maneja al equipo a control remoto. Pareciera que fue ayer cuando dio la vuelta olímpica en Qatar. O cuando coronó en Brasil, sin público en la cancha pero el mundo siguiendo el festejo por TV.

Ahí podría volver el foco a las fotos de Messi. La imagen de esa conquista en el instante final, cuando Leo se derrumbó en el césped mítico del Maracaná. Todos lo fueron a abrazar. Hasta con la sospecha de que querían ser campeones más por él que por ellos. Es una generación que había vivido como hincha sus frustraciones. Y ahora, ocho años después, el capitán de la Selección tendrá otra revancha en Estados Unidos. O una posibilidad de cambiar la imagen, porque ya no quedan venganzas en su carrera. Allí, en el 2016, en la Copa Centenario que hasta parece anulada en la memoria selectiva del hincha, Messi renunció a la Selección. Fue después de la tercera final perdida en cadena. Esa noche Leo la tiró a cualquier lado, se fue a sentar solo al banco de suplentes y cuando salió, se detonó.

Hoy parecen capítulos de otra vida. La Copa América que quedó en la retina fue la última. En 2021 murieron los fantasmas. Otra vez volvió a ser un torneo pro Argentina, como en las épocas de Coco Basile entrenador. La Selección venía de ser campeón del mundo en el 86, subcampeón en Italia 90, y después hubo festejos en Chile 91 y Ecuador 93. Era el inolvidable equipo de Goyco en el arco, Ruggeri capitán porque Diego estaba suspendido, Simeone en el medio y la dupla de póster que armaron Caniggia y Batistuta. Después el torneo fue esquivo. Hasta llegar a Brasil con un guiño del destino. Esa Copa debía jugarse en Argentina y Colombia. Pero explotó la pandemia que puso en jaque, literal, a todo el mundo. Es más, el plantel no la quería jugar. Se puso en palabras en una declaración del Kun Agüero en el aeropuerto de Ezeiza. Pero se armó una burbuja enorme en el predio y se viajó. Se iba y venía. Allí, entonces, se rompió la energía negativa del mundo exterior. O como le dijo Di María, el goleador de la final, a su familia por videollamada: por fin se rompió la pared.

Desde ese instante, con un Leo ganador, todo fue positivo. El equipo empezó a jugar cada vez mejor, de hecho el punto más alto fue en la final con Brasil, la noche del partido consagratorio de De Paul. Así empezaron a pasar todos en fila y se convirtió en candidato a campeón mundial cuando bailó a Italia en Londres. Esa finalísima fue un baile que anunció lo que sería la final contra Francia. La confianza libera el talento. Y Argentina desborda de esa capacidad en futbolistas que la rompen con la camiseta argentina. Más allá de sus niveles en los equipos, se convirtieron en jugadores de Selección. Desde ese valor, pensar en otro final feliz en Estados Unidos no es una idea con exceso de argentinismo. Si Messi está feliz, otra vez puede hacer feliz a todos.

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