“¿Has visto el video que lleva circulando desde hace dos días?”. En el imperio de lo viral, el brulote se comparte teléfono a teléfono: la caída de un esquiador inexperto que termina en culopatín o la discusión de tránsito que acaba en lucha libre. Pero en Hombres puros, la novela del escritor senegalés Mohamed Mbougar Sarr, lo horroroso se somete al rigor del verbo de la época: compartir. El video que lleva circulando desde hace dos días por todos los teléfonos de Dakar es la grabación de una horda de personas que desentierran un cadáver y lo echan del cementerio. Ese cuerpo era el de un góor-jigéen, un “hombre-mujer” en idioma wólof, alguien que no obtiene la paz ni siquiera en el sepulcro, un hombre gay.
Si la visión del video transforma la vida del protagonista Ndéné Gueye, un profesor universitario de Letras decepcionado con el sistema educativo africano y amonestado por enseñar la poesía de Verlaine, al lector se le imprime la brutalidad del video aunque, claro, no lo haya visto: es el poder evocador de la literatura. Basado en un caso real, Mbougar Sarr escribió este libro antes de La más recóndita memoria de los hombres, que ganó el premio Goncourt (el más importante de las letras francesas) y que acá se publicó el año pasado, una novela de intriga literaria que denunciaba los abusos del colonialismo y las taras del exotismo, pero recién ahora se traduce al español. En Hombres puros también retrata el cliché de la africanidad ya no desde la parodia sino desde el horror: como héroe imprevisto, el profesor Gueye sale transformado de la exposición a lo viral y así cierra la elipsis del personaje que se transforma: sublevado ante la idiotez y la maldad, que por lo general van juntas, aguanta las mentiras y los ataques y finalmente ante la hostilidad, se rebela: es el momento de ser uno mismo, a pesar de todo.
El texto es ascético, casi áspero. “Una novela terrible y espléndida sobre la homofobia en Senegal… uno de esos libros que tienen un impacto duradero”, escribió la revista francesa Les Inrockuptibles: “Una escritura deslumbrante, poética, sensible y escrupulosa”. A los 33 años y devoto confeso de Roberto Bolaño, Mbougar Sarr ostenta y padece el rótulo de “joven escritor africano prometedor” desde Francia, donde vive hace varios años. Allí no se expulsan los cadáveres de los cementerios pero se manifiestan otros tipos de horrores. De Hombres puros se dijo que “es una novela conmovedora sobre las devastadoras consecuencias de la homofobia, aún en nuestros días”. Yo no creo en la homofobia porque el que odia no tiene miedo: el que odia es un imbécil.
¿Y el café?
Sin la bendición natural de otros vecinos de continente, Senegal es un país africano que no produce café. Pero llegan kilos y kilos de Etiopía y Kenia, las potencias cafetaleras locales, y el hábito comparte la receta del café Touba, preparado por primera vez hace más de cien años por el líder religioso Sheik Amadou Bamba Mbacké en sus ceremonias. El Touba se prepara con la especie Robusta, más intensa y resistente que la Arábica: los granos verdes se tuestan junto con pimientos, especias y semillas de selim, que salen de una popular planta africana y se usan como la pimienta negra. Después de alcanzar un tostado intenso, todo se muele en un mortero y se extrae a través de un filtro de tela. Acostumbrados a vivir lejos del paraíso, algunos bebedores le agregan azúcar: quieren evitar el mal trago.