Nuestro propósito de vida

ADN+ nace con el objetivo de impactar positivamente en el estado de ánimo de la gente. Las noticias no son buenas ni malas. Las noticias son solo noticias.

Por Gastón Mastrolía

May 17, 2023

Un ex nadador español, llamado Laín García Calvo, es uno de los responsables de este nuevo portal de noticias. Dato importante: él no lo sabe. Este hombre de 39 años es el autor de una serie de libros de motivación personal. Dentro de esa saga, llamada «La Voz de tu Alma», hay uno que se titula «Tu propósito de vida». La lectura de este libro me tomó en un momento de mi vida en el que ya me empezaba a preguntar qué legado les podía dejar a mis hijas, cómo podría ayudar a otras personas y qué estaba dispuesto a dar para contribuir a un mundo mejor. Laín me ayudó.

El se entrenaba en una pileta desde los 6 años y a los 15 fue diagnosticado con fibromialgia y fatiga crónica. La enfermedad lo obligó a estar en la cama durante seis meses, sufrió depresión y estuvo a punto de quitarse la vida. Hasta que una voz interior (lo que él llama «la voz de tu alma») lo convenció de que lo que marca la diferencia en la vida de las personas es la mentalidad y no las circunstancias. Un año y medio después se convirtió en doble campeón de natación de España. A partir de ahí se propuso estudiar y prepararse para hacer que otras personas pudieran vivir «vidas extraordinarias» como la suya. Lo llamó su «propósito de vida». Hoy es uno de los oradores más reconocidos del mundo sobre el desarrollo personal.

Más de un millón de personas leyeron sus libros. Yo fui una de ellas. Y el «propósito de vida» me quedó dando vueltas en la cabeza. García Calvo dice que hay dos días importantes en la vida de las personas: cuando nacen y cuando descubren para qué nacen. Con palabras simples me hizo entender qué era eso que me estaba dando vueltas en la cabeza y que tenía que ver con dejar una herencia que no sea material. O al menos que no sea solo material. Aprendí que lo que buscaba era el propósito. Para descubrirlo él sugiere buscar aquello que te apasiona o aquello para lo que considerás que tenés talento y utilizarlo para ayudar al resto de la humanidad o al menos a una parte.

Los que nacemos periodistas tenemos una pasión desmedida por esta profesión y, sin saberlo (o sí), un poder tremendo para influir sobre las personas. Porque nuestra tarea es informar. Es decir ser un medio de comunicación entre lo que sucede y la gente. Y si lo hacemos bien o mal somos los responsables de las consecuencias. Y si contamos malas noticias somos responsables de influir negativamente en el estado de ánimo de la gente. En eso pensé mientras leía el libro de Laín y pensaba en un «propósito de vida» que valiera la pena. Y así nació una idea que luego se transformó en una ola gigante: darle buenas noticias a la gente y así impactar positivamente en su estado de ánimo.

«¿Y qué querés si solo hay malas noticias?», se excusan algunos. Error. Las noticias no son buenas ni malas. Las noticias son noticias. Si son buenas o malas es decisión de quien las recibe en función de qué sentimiento le cause. Por ejemplo: ¿Si Boca le gana a River o si River le gana a Boca es una buena noticia o es mala? Es solo una noticia. El receptor define qué sentimiento le genera. A veces, casi siempre, la adjetivación de los periodistas hace que el lector ya esté sugestionado a qué sensación le debe causar determinado hecho.

Mientras pensaba en el por qué había tantas malas noticias en los medios me acordé de mi última etapa como periodista deportivo antes de soñar con ADN+. Trabajaba en el diario Olé y viajé a Europa para una cobertura. Entre otros eventos debía cubrir un partido de Los Pumas contra el seleccionado de Italia. No cubría el rugby habitualmente y me puse a investigar antes de ir. Y descubrí que en Italia había varios jugadores argentinos nacionalizados y que algunos Pumas los habían criticado por la manera efusiva en la que cantaban el himno de un país que no era el suyo. “Esta es la mía”, pensé. Llegué a Genova, donde se hacía el partido, y llamé al hotel donde concentraban los dos equipos. En resumen, les hice cruzar declaraciones explosivas a los argentinos de ambas selecciones y eso terminó en una batalla campal en el campo de juego.

Al final del encuentro, bajé a los vestuarios y los rugbiers me decían socarronamente “qué lindo lío que armaste”. Desde Buenos Aires me llamaron para felicitarme por la cobertura porque en la transmisión televisiva habían dicho que la pelea se había originado por una nota de Olé. Yo me sentía un fenómeno. Había logrado repercusión periodística gracias a hacer pelear a un grupo de argentinos. Hoy, que pasó más de una década de eso, me siento un… tonto. Para ser liviano conmigo mismo. Podría haber juntado a esos compatriotas y que cada uno entendiera la postura del otro. Podía no haber hecho nada y habría sido mejor. Eso lo veo hoy, sin ese chip. Y lo cuento para que traten de entender que a veces uno está seteado de una manera y no se da cuenta. No siempre hay mala intención en una persona que cuenta que todo está mal. Es lo que ella ve.

Más allá de que las noticias son solo noticias, también es verdad que hay algunas que siempre provocan un efecto negativo. Son aquellas que nos hacen mal en general porque tienen que ver con todo lo malo que puede pasar y que pasa. Y hoy estamos inundados de esa información. Vemos crisis y sangre por todos lados. Eso hizo que muchísimas personas dejaran de ver los noticieros, escuchar programas de radio informativos o leer portales de noticias. Eso hizo que la juventud se decida por entretenerse con las redes sociales para no contaminarse con ese exceso de negatividad que les solemos entregar los medios.

ADN+ nace con la idea de cambiar ese foco. Nuestro propósito de vida es darle buenas noticias a la gente e impactar positivamente en el estado de ánimo de las personas. Entendemos que las tragedias o los escándalos generan un morbo, que ese morbo se traduce en clicks, que los clicks se convierten en pautas publicitarias y las pautas publicitarias significan plata. Es un negocio. Un negocio respetable y dentro de las reglas de juego como cualquier otro.

Nosotros nos hicimos esta pregunta: ¿Negocio o felicidad? Y elegimos la felicidad. Y si ésa suena muy ambiciosa, hay otras más cercanas: alegría, orgullo, calma, entusiasmo, satisfacción. Eso nos encantaría que el lector sienta cuando entre en este portal. No porque seamos unos santos o porque querramos el Nobel de la Paz. Sino porque estamos convencidos de que esos sentimientos, a la larga, serán mejor negocio. ¿O alguien duda qué elegiría entre el dinero o la felicidad de su familia? ¿O alguien duda qué elegiría entre vivir en una familia rica o en una con amor?

Un reel de Instagram, de esos que mis hijas me enseñaron a ver en lugar de la tele, me terminó de decidir por este camino. En el video aparecía un hombre contando la fábula del colibrí. Esta dice que hay un incendio en la selva y que todos los animales huyen. El único que se queda es el colibrí que hace varios viajes al lago para cargar agua y vuelve para tirarla encima del fuego. De repente regresa el tigre y le pregunta qué está haciendo. El colibrí responde que está tratando de apagar el incendio. El tigre se ríe y le dice: «¿Vos creés que con ese piquito lo vas a apagar». Y el colibrí le responde: «No lo sé, pero al menos estoy haciendo mi parte».

¿ADN+ va a cambiar el mundo? ¿ADN+ va a cambiar los medios de comunicación? ¿ADN+ va a cambiar el estado de ánimo de la gente? No lo sabemos. Probablemente no. Pero tendremos la tranquilidad, igual que el colibrí, de estar haciendo nuestra parte.

 

 

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