Es un hábito que tengo el de leer o escuchar a personas exitosas. Me gusta entender por qué llegaron a estar en ese lugar, cuál es su fórmula y qué camino recorrieron. Y casi todos coinciden en algo que parece sencillo, pero no lo es: hay que rodearse de gente capaz y valiosa. Nadie llegó a la cima con compañeros mediocres. Y acá vale la pena explicar el significado de esa palabra. Mediocre es el que medio cree, el que cree a medias, el que duda de su talento y de todo lo que le pasa en la vida. Y con personas que creen a medias es prácticamente imposible cumplir cualquier objetivo.
Por eso, cuando empezamos a armar el staff de ADN+, en lo único que pensamos fue en rodearnos de buenas personas y talentosas. Y fundamentalmente que creyeran en ellas mismas y en el proyecto. Nada de creer a medias. Era a todo nada. Porque la apuesta era demasiado grande. Ir en contra de la corriente y de una manera de hacer periodismo que hoy está instalada. Y que tiene que ver con contar todo lo malo que pasa todo el tiempo, con una mínima tregua cuando una buena noticia no puede esquivarse de tan trascendente que es.
En ese desafío de encontrar personas que nos acompañaran en esta aventura apareció ella. Periodista de raza. De las que disfrutan haciendo su trabajo de una misma manera cuando lo están haciendo para una audiencia de diez personas o de un millón. Porque lo que les importa es cumplir con esa vocación de comunicar que los llevó a dedicarse a esto. Ser un medio de comunicación, justamente, entre lo que pasa y la gente. Y lo hacía de la misma forma en una radio de su Arrecifes natal o en Canal 13 donde la mira todo el país.
Si tuviera que definir periodismo con un nombre propio, diría «Mariel di Lenarda». Ella es un reflejo de los que sentimos esta vocación en el pecho y no tenemos otros intereses ocultos que no sea contar lo que pasa. Contarlo y nada más. Si nos piden opinión la podemos dar, pero en general pensamos que no es nuestra función. Porque aprendimos que nuestra misión era informar y si adjetivábamos demasiado por ahí estábamos induciendo al público a que pensara igual que nosotros. Y no hace falta eso. El propósito es que se enteren de lo que sucede y que cada uno pueda sacar sus conclusiones con total libertad.
Yo puedo decir todo lo que Mariel no diría nunca de ella misma. Ganó el Martín Fierro porque es una periodista excelente e intachable pero además porque los que votaron seguramente sepan de su don de gente. La generosidad es una virtud única y tiene una consecuencia hermosa: vos vas a recibir en función de todo lo que das. Y eso es lo que está pasando con ella. Porque ya tuvo cientos de compañeros y todos hablan maravillas. Porque hace 30 años que trabaja como acreditada en la Casa Rosada y nunca nadie dijo que beneficia o perjudica a un determinado político. Porque trabaja en un grupo cuestionado por su parcialidad y a ella nunca nadie la dejó de ver imparcial. Porque hace periodismo puro de verdad.
Y no voy a atacar a nadie desde este lugar porque justamente pregonamos que es un medio que se enfoca en lo positivo y no en lo negativo. Y no voy a llamar mediocres a aquellos que comentaron que su premio era injusto y hasta que lo había robado. Lo que si voy a decir es que tienen el problema de creer a medias. En ellos mismos, en sus colegas, en el jurado y en lo que el universo les depara a las personas que se brindan por completo…
Mariel di Lenarda es un ejemplo que todos deberíamos tomar. No importa la profesión que tengas, no importa cómo te esté yendo hoy y mucho menos la edad. Importa que creas 100% en vos y en que vas a cumplir tus sueños. 100%. Nunca a medias.