El próximo domingo tendremos las primeras elecciones nacionales del año. En estas se van a definir quiénes van a ser los candidatos presidenciales en octubre y de allí saldrá la persona que conducirá al país hasta 2027. La realidad es que desde que recuperamos la democracia, hace exactamente 40 años, hemos sufrido varias decepciones. Igual, siempre esperamos ilusionados este día en el que tenemos la chance de actuar nosotros. Y no voy a usar esta columna para dar una postura personal sobre un político u otro. Hay solo una cosa que tengo muy clara. Cuando me preguntan quién quiero que gane, la única respuesta que se me viene a la cabeza es «que gane la Argentina».
Para algunos eso significará que el elegido sea uno u otro. Y eso es un poco engañoso. Porque por más que triunfe el que nosotros no votemos, al día siguiente tenemos que desear que le vaya bien, que sea exitoso, que saque al país adelante… No importa si lo hace con ideas que no son afines a mi ideología, lo que importa es que lo haga. El futuro de mis hijas está en juego. El de mis sobrinos está en juego. El de los hijos de mis amigos, el de tus hijos, el de los hijos de personas que no conocemos en La Quiaca y en Ushuaia. Nuestro futuro está en juego y parece una pérdida de tiempo discutir sobre partidos o doctrinas.
Hoy hay un montón de chicos que no comen diariamente. La reputa madre (perdón ADN+ por un exabrupto que va del corazón). No importa si son seis de diez o menos de seis, señora vocera presidencial. Si hay un chico solo ya es grave y es porque algo están haciendo mal los que gobiernan ahora o los que gobernaron en estos 40 años. Y esto no es tener una mirada negativa. Es ver la realidad y comentarla objetivamente. Hay pobreza, hay desempleo, hay inseguridad, hay falta de infraestructura. Y hay culpas compartidas por todos lados. Y la verdad es que ya cansa escuchar quién se equivocó más o quién es más inepto. Ya cansan las discusiones que se extendieron hasta a las mesas familiares y a los grupos de amigos.
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Me especialicé durante más de 20 años en el periodismo deportivo y nunca vi un equipo de ninguna disciplina que ganara por la mitad. En el fútbol ganan los 11 o pierden los 11. En el rugby ganan los 15 o pierden los 15. En el básquet ganan los 5 o pierden los 5. En el país es lo mismo. O ganamos los 45 millones o perdemos los 45 millones. Es hora de que los políticos se den cuenta, y que también nos demos cuenta nosotros, que debemos tener un objetivo común que tiene que ser más grande que todos. Y el objetivo sería que Argentina gane más allá de la persona o el partido que saque más votos. Y que Argentina gane sería que todos los chicos coman, que los jubilados puedan descansar en paz en vida y que la mayoría podamos cumplir nuestros sueños cualesquiera que sean.
Les pido de rodillas a nuestros dirigentes que de una vez por todas puedan entender su función, que peleen menos y trabajen más. El objetivo mayor es que todos estemos mejor. Y si no se sienten capaces o si la situación los abruma, díganlo y denle el lugar a otro que se sienta más apto. Ustedes deberían dar estos mensajes y no tanto con palabras sino con hechos. Mostrar que realmente les interesa el bien común y no un cacho de poder que, en una gran parte de los casos, ni siquiera les sirve para ir a comer tranquilos a un restaurante o a pasear con su familia a un shopping. Tienen la plata para hacerlo, pero no la paz. Piensen qué lindo sería que el día de mañana puedan ir y que la gente los aplauda en vez de abuchearlos.
Y para los que crean que todo esto es una utopía, que no hay nadie capaz de unirnos, les digo que tenemos un ejemplo muy cercano que se llama Lionel Messi. Él fue capaz de encolumnar en un mismo sueño a los que lo amaban y a los que lo cuestionaban. Confieso que unos años atrás estaba más en el segundo grupo que en el primero y hoy siento un agradecimiento incondicional hacia él por lo que les hizo vivir a mis hijas, a mi familia, a mis amigos, a millones de argentinos y obviamente a mí. Él también tenía antis, como lo tienen todos los políticos, y lo pudo revertir porque es un ejemplo de perseverancia, trabajo y talento. Y reunió en las calles a festejar todos juntos a hinchas de Boca y de River, Talleres y Belgrano, de Newell`s y Central, de Estudiantes y Gimnasia, a todos… En esos días éramos uno solo y fuimos felices.
Eso mismo es lo que estamos pidiendo. O al menos es lo que estoy pidiendo yo. No me importa cuál es tu ideología o tu bandería política. Peronista o radical, de derecha o de izquierda, del centro o de los extremos. Solo tengo algo claro. Quiero que te vaya bien. Quiero que nos vaya bien a todos. No hay equipos que ganen por la mitad. No hay países que ganen por la mitad. Y si les pedimos a los políticos que estén a la altura, el resto también debemos estarlo.
Votemos al que más nos guste. O al que menos nos disguste. Y celebremos si gana o pongámonos tristes si pierde. Pero cuando todo termine, allá por el mes de octubre, pensemos que el elegido es el que nos va a representar a todos. Y necesitamos que le vaya bien. Y si hay que poner el hombro para que saque resultados, deberíamos hacerlo. Y si hay que alentar a alguien que está en las antípodas de nuestros pensamientos, deberíamos hacerlo.
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Sea quien sea, te caiga como te caiga, pensá que lo mejor que nos puede pasar es que se convierta en héroe. Y que dentro de 100 años haya estatuas de él o de ella en todas las plazas del país porque eliminó la pobreza, porque todos los chicos comen, porque los jubilados viven bien, porque todos podemos cumplir nuestros sueños… Otra vez pido perdón por el exabrupto, pero lo pregunto en serio: ¿Qué carajo importa la ideología si llegamos a conseguirlo?